Balada de la cordura 
ES
Barajando los pensamientos sobre la almohada estos se vuelven objetivamente más pesados. Algunos pierden importancia, extendidos en la cama a la siesta. El tono cálido de la luz en los bordes de los muebles es tortura y dando vueltas en la pena, se hace de noche. Pero puedo hablar con los objetos, y por suerte son muy comprensivos. Los zapatos, por ejemplo, siempre están disponibles cuando necesito que alguien escuche las divagaciones de mi mente, que muchas veces caminan en círculos sin llegar a ningún lugar. Los libros, sin mayores diferencias atribuibles a su género, apenas abrirlos construyen una muralla de ladrillo rojo contra la inclemencia del azar (excepto los diccionarios, claramente). Las lámparas de pie, oh siempre tan sensatas (en este caso resulta reiterativo describir sus cualidades, por su obviedad). Las cortinas siempre están hablando con los pajaritos de afuera y los mandan mensajeros por ahí, pero saben aligerar el peso de un día largo, de ser necesario. Los botones sueltos en mi estante me convencieron hace poco de que quizás sería mejor perdonar al mundo por todo el sufrimiento, tomar lo mejor de las partes para construir un hermoso jardín, y que los frutos crezcan de nuestro lado de la medianera la próxima vez. Pero más tarde los tuve que coser a un pantalón y entonces me dejaron de hablar. Creo que se ofendieron porque los dispuse de una manera bastante arbitraria a la altura de la cintura, pero es que la tiranía es el camino más rápido a veces! -dicen los pupitres. Como si el tiempo se nos fuera a acabar prontito, ya. Ay no se… quería subir a charlar con las piezas de bijouterie en el atelier y pensé que podríamos componer juntas un lindo relato si las lograba asemblar en una pulsera, pero el camino de mi habitación hasta allá arriba esta anegado y no encuentro mis remos, no se donde los dejé la última vez. Debo habérselos dado a una de las mariposas monarca que se quedan encerradas arriba en ese cuarto blanco, reluciente y de ventanas herméticas - ella quería hacer el mismo camino que yo pero al revés (totalmente carente de juicio, pero con las mariposas no discuto). 
En el sillón mecedor todavía se está columpiando mi bisabuelo, por eso nunca me siento ahí, solo le tiro mi ropa arriba y si tengo puntería, nos reímos de alguna combinación aleatoria de pantalones, camisas y medias que no tengo ganas de guardar y que a el le queda ridículamente mal. Pero no se queja de eso, después de todo sería muy imprudente de su parte protestar antes de haberme conocido - he escuchado que el fue un hombre muy prudente, al menos para su tiempo. 
Volviendo a nos, por desgracia, no puedo hablar siempre con todos ellos. Por un lado, porque nunca estoy aquí últimamente. Por otro, porque es una actividad que requiere mucho tiempo y una precisión exhaustiva. El tiempo es en este momento un bien muy escaso, queda cada vez menos. Y la precisión, la pobre, es siempre pasada por alto. Corre y se esconde tras los muros desde que pasó todo esto. Ella y yo no somos muy amigas porque es muy caprichosa y nunca cede a lo que yo quiero. Tanto insistió, que ya nadie la escucha y quedó parcialmente relegada a un rincón del olvido. De todas formas, pese a su reciente cambio de estatus, trabajamos bien juntas cuando una de las dos está muy cansada o cuando es por un propósito mayor, como lo es el hablar con los objetos, porque hablar con los objetos requiere una precisión exhaustiva. Y también mucho tiempo. La cuestión del tiempo todavía no la resolví del todo. Si me dan más tiempo podría encontrar una solución de seguro. 
Submit
Thank you!

You may also like

Back to Top